Es extraño estar en este lugar, el
laboratorio es uno de los más modernos que existe en la ciudad, la universidad
es la pionera en investigación gracias al laboratorio, la calidad del
conocimiento es tal que permite tener un gran y completo panorama de las nuevas
tecnologías y tendencias mundiales. Sin embargo resulta algo frio, monótono y
quizás estresante; qué más da, aquí es donde trabajo.
Ingresando en él se percibe un cambio
de temperatura, un cambio molestoso que puede incluso provocar un ligero dolor
de cabeza seguido de una irritante comezón en la frente, debido a la subida de
presión. También se puede escuchar un sonido suave, vibrante, como el respiro
lento y entrecortado de un toro escondido acechando nuestro caminar, pero no es
más que el sonido de los servidores de datos en su interminable e infatigable
funcionamiento, sólo eso.
Más allá sólo hay máquinas y personas,
sólo más máquinas y más personas.
-Buenos días, doctora-
-Buenos días Leo-
-¿O debería de decir Leonard?-Leonard Miranda,
22 años, géminis, 1.88 metros, nacido el veinti...-
-Con su permiso- Es mejor ser educado
y salir de esta situación, con la doctora uno nunca sabe.
-¡Espera!, ¡Quédate donde estás!-
Me detuve con el ánimo único de
hacerle caso y ver que me decía ahora, escuché sus pasos acercándose tras de
mí, produciendo un eco profundo difundiéndose por todas las estructuras; se
detuvo, se acercó hacia mi lado izquierdo y dijo con voz suave a un nivel bajo
pero audible:
-No huyas de mí-
Aquellas palabras hicieron despertar
nuevamente un inquietante sentimiento, pero pude disimularlo.
-No huyo de usted doctora,
simplemente....tengo algo de prisa-
-¿Prisa?, ¡Eres demasiado responsable
Leo!, tienes que ir tranquilo por la vida, esperando lo que tenga que venir...
pensando en...-
La doctora era así, siempre tan
sencilla, nada complicada, relajada y hasta quizás algo despistada, a su edad
era una mujer relativamente atractiva, escondiendo sus ojos tras esas gafas que
resaltaban su inteligencia y su forma de ser, a veces molesta y hasta
irritante. No puedo creer que sea mi superior.
-Bueno, si me disculpa-
-Ah, ok, nos vemos después-
-Seguro que sí doctora-dije volteando
la cabeza, pude ver su largo cabello castaño alejarse, moviéndose de un lado
para otro, como si golpeara el aire que lo rodea.
-Debo de terminar lo pendiente, estoy
retrasado-
Mi escritorio está lleno de papeles,
notas, discos, es tal el desorden que a penas se puede observar la pantalla del
portátil. Datos del ensayo, estadísticas de las pruebas, -¿Qué tan probable es
que vuelva a suceder este evento?-¿Son estos datos suficientes para obtener un
modelo que me permita deducir efectos?-
Estas cosas del laboratorio, siempre
tan frías.
-¿Volverán a existir las anomalías de
aquella vez?-No parece factible-
-El querer tratar de interactuar con
el subconsciente humano parece algo complicado y confuso, pretender llegar a
ese nivel tomando el camino de la ciencia es en cierta medida pecaminoso. Tratar
de querer dar forma al subconsciente sólo con el capricho de entablar conexión
con formas tan abstractas como la misma existencia humana.
-¿Es correcto que intentemos esto?-
Mi presencia parece ser rechazada por este
entorno, me envuelve de sensaciones vacilantes provocándome ligero sopor en mi
rutina. Solo cerrar los ojos no basta para escapar de aquel entorno, la razón
entumecida provoca quietud inmediata a mi cuerpo y la memoria se abre dejando
salir algunos recuerdos.
La puedo ver, ahí está, inmóvil,
quieta -¿Ángela?- No se mueve. Intento una vez más -¡Ángela, ¡¡Ángelaaaaaaa!!-
Es inútil- No se mueve, su mirada desvanecida lo dice todo: está muerta.
-¿Por qué lo está?-
-Algo debió de salir mal aquella vez -No
tengo idea, ya no quiero saber- Recuerdo como pude sentir que al observarla, toda su silueta encajaba en mis desorbitantes
ojos, contemplando su frágil cuerpo articulado de una forma inhumana, vilmente
inhumano. Ya no quiero recordar más. Me voy a casa.
-¿Es correcto que intentemos esto?-